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¿Cuáles son las formas más comunes de brutalidad policial en Nueva York?

Todos hemos oído hablar de la brutalidad policial en Nueva York y hemos visto las imágenes: personas empujadas, golpeadas y arrastradas. Hemos visto historias de personas asfixiadas, electrocutadas e incluso asesinadas a pesar de su raza, sexo o edad. Pero, ¿cuáles son las formas más comunes de brutalidad policial a las que están expuestos los ciudadanos y qué se puede hacer para detenerlas? Echemos un vistazo a los estudios, escuchemos historias personales y hablemos específicamente de lo que pueden hacer los agentes del orden para evitarlo. 

Según datos de la Junta de Revisión de Denuncias Civiles de la ciudad de Nueva York, en 2020 hubo 4.426 denuncias de mala conducta policial. De estas quejas, 662 fueron por fuerza excesiva, que puede incluir incidentes de brutalidad policial. Se trata de un ligero descenso respecto al año anterior, cuando hubo 710 denuncias por fuerza excesiva.

Además, el Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) publica datos sobre incidentes de uso de la fuerza en su sitio web. Según sus datos, en 2020 se produjeron 4.694 incidentes de uso de la fuerza por parte de agentes de policía. De estos incidentes, el 89% implicaron el uso de la fuerza física, como puñetazos, patadas o derribos.

Cabe señalar que los incidentes de brutalidad policial no suelen denunciarse y que estas estadísticas pueden no reflejar el alcance total del problema. Sin embargo, proporcionan una idea de la prevalencia de la mala conducta policial y el uso excesivo de la fuerza en la ciudad de Nueva York.

La brutalidad policial existe desde hace siglos, y a menudo se aprovechan los estados de excepción para justificarla. Sin embargo, con la llegada de los teléfonos inteligentes y las cámaras corporales, cada vez salen a la luz más casos de brutalidad policial. Analicemos las distintas formas de brutalidad policial y qué se puede hacer para proteger a nuestros ciudadanos de sus abusos.

Brutalidad policial desarmada en Nueva York

La brutalidad policial contra personas desarmadas es una de las formas más comunes de brutalidad policial y puede ir desde la simple fuerza física hasta la muerte. Los ciudadanos desarmados sufren de forma desproporcionada los efectos de la brutalidad policial.

Por un lado, se puede argumentar que los agentes de policía desarmados deben tomar decisiones en fracciones de segundo durante situaciones volátiles e intervenir antes de que la situación se agrave. Esto significa que deben emplear la menor cantidad de fuerza posible para detener a un sospechoso o defenderse manteniendo la seguridad. Por otro lado, ha habido innumerables ejemplos de personas desarmadas que han resultado muertas o heridas debido al uso excesivo de la fuerza por parte de agentes del orden que no estaban en peligro inminente.

Es importante que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de Nueva York rindan cuentas de sus acciones cuando se trata de tratar a personas sin armas, ya que ello repercute en la confianza de los ciudadanos en las autoridades locales y se refleja en el sistema judicial en su conjunto.

Aunque cada situación puede ser diferente y requerir distintos niveles de respuesta por parte de los agentes, es crucial que estas acciones se vigilen de cerca para garantizar que se respetan y protegen los derechos de todos los civiles, independientemente de que vayan armados o no. De cara al futuro, debemos considerar qué medidas deben adoptarse para garantizar que los civiles no se vean amenazados por una violencia injustificada cuando ni ellos ni los agentes se encuentren en peligro.

Prácticas policiales de esposado y retención  

Ser testigo de incidentes de brutalidad policial suele evocar una sensación de miedo en las personas, sobre todo en los civiles desarmados. Las esposas y los instrumentos de inmovilización son otros ejemplos de brutalidad policial que pueden producirse sin contacto físico. Aunque esta forma de fuerza puede aplicarse legalmente para someter a una persona detenida si se considera peligrosa o necesaria, por desgracia es habitual que los agentes utilicen medidas de fuerza excesivas o innecesarias al inmovilizar a alguien.

Las grabaciones de vídeo de las cámaras policiales han captado varios casos en los que los agentes han perdido los nervios y han recurrido a la agresión física al sacar las esposas a los sospechosos. Se han denunciado casos en los que se inflige dolor a la persona detenida, lo que puede provocar daños físicos duraderos, como contusiones en las muñecas. Además, esta práctica se ha asociado a la elaboración de perfiles raciales.

El contraargumento a estas experiencias reside en última instancia en la noción de que las prácticas de esposar y sujetar no siempre son ilegales o un acto de brutalidad policial. Algunos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley afirman que estas tácticas sólo se aplican cuando es absolutamente necesario, y es fácil olvidar que la detención de personas forma parte de la descripción del trabajo de un agente. Por lo tanto, es crucial mantener cada incidente en perspectiva para poder juzgar razonablemente y tomar las medidas adecuadas.

La inmovilización forzosa puede ser una forma de brutalidad policial tan grave como el contacto físico. Aunque hay circunstancias en las que debe recurrirse a esta práctica para garantizar un trato adecuado durante el proceso de detención, seguir documentando las pruebas de abusos nos proporciona información vital para que los agentes de las fuerzas del orden rindan cuentas de sus actos. A medida que cambiamos nuestro enfoque hacia la comprensión de la brutalidad policial armada, debemos seguir desarrollando soluciones para estos problemas constantes.

  • Un estudio de 2016 reveló que el 17,1 % de los participantes declararon haber sufrido algún tipo de fuerza física por parte de la policía a lo largo de su vida.
  • Según un estudio reciente, 8 de cada 10 afroamericanos creen que la brutalidad policial es un grave problema en Estados Unidos.
  • Los datos de 2019 sugieren que el abuso verbal, el uso excesivo de la fuerza y el uso inadecuado de pistolas eléctricas y paralizantes se encuentran entre las quejas más frecuentes contra los agentes de las fuerzas del orden locales en todo el país.

Brutalidad policial armada

Después de explorar las prácticas de esposamiento y contención, es esencial considerar los casos de brutalidad policial en los que intervienen armas de fuego. Para abordar esta cuestión, primero hay que tener en cuenta el contexto de fondo: las estadísticas actuales en Estados Unidos implican que cada vez es más probable que los agentes de policía vayan armados. En general, el uso de armas de fuego por parte de las fuerzas del orden ha ido en aumento desde 2015, y una quinta parte de los agentes declararon en una encuesta de 2016 que siempre llevan un arma mientras están de servicio (Joyce Foundation).

La utilización de este marco contextual plantea interrogantes sobre el uso que debe darse a estas armas, especialmente cuando se examinan temas delicados como la raza y la actuación policial. Existen pruebas significativas de que las minorías raciales se ven desproporcionadamente afectadas por la brutalidad policial armada.

Por ejemplo, entre las personas asesinadas por la policía durante 2017-2018, más de la mitad eran afroamericanos o hispanos (Reed). Del mismo modo, los sospechosos de raza negra representaron el 40 % del total de víctimas mortales por disparos de la policía entre 2006 y 2012 (Hefner). Esto puede significar una discrepancia entre las muertes causadas por individuos blancos y no blancos a manos de agentes de policía, según los informes de los principales medios de comunicación, a pesar de los niveles similares de actividades delictivas cometidas en cada grupo respectivo.

En un lado del debate está el argumento de que el aumento del armamento en las fuerzas del orden puede ayudar a proteger a los agentes y a los civiles. Después de todo, el hecho de que los agentes tengan acceso a armas de fuego puede aumentar su capacidad para intervenir con rapidez y hacer frente con éxito a situaciones delictivas peligrosas. En el otro lado, sin embargo, existe el temor de que el mayor acceso de un agente a las armas de fuego pueda agravar aún más una situación ya de por sí tensa. Este temor conduce naturalmente a la necesidad de mejorar los sistemas de rendición de cuentas y los procedimientos de formación de los agentes que portan armas, así como de realizar evaluaciones exhaustivas de cómo se compensarán los efectos a largo plazo con los beneficios a corto plazo asociados al armamento del personal de las fuerzas de seguridad.

En última instancia, ambas partes del debate plantean cuestiones legítimas sobre la brutalidad policial armada en nuestra sociedad actual. Sin embargo, hay pruebas sólidas de que muchas personas creen que las comunidades minoritarias se ven desproporcionadamente afectadas por la violencia ejercida por agentes armados.

 Con este reconocimiento en mente, resulta crucial explorar otras formas de prácticas y prejuicios policiales para obtener más información sobre esta cuestión dinámica, una exploración que debe incluir un análisis del uso de armas por parte de los agentes de policía.

El uso de armas por los agentes de policía de Nueva York

El uso de armas por parte de los agentes de policía es una forma de brutalidad policial armada que puede tener resultados trágicamente violentos. Si bien se permite, e incluso se espera, que la policía emplee sus armas de fuego cuando se encuentra en situaciones potencialmente letales, la creciente disponibilidad de cámaras corporales, pistolas paralizantes, balas de goma e incluso espray de pimienta ofrece más opciones a las fuerzas del orden para contener situaciones peligrosas sin recurrir a la fuerza letal.

Los defensores del uso de armas por parte de los agentes de policía explican que estos artículos dan a los agentes la capacidad de protegerse a sí mismos y al público con un riesgo mínimo de causar daños graves. Estos partidarios argumentan que, cuando se utiliza de forma correcta y juiciosa, el empleo de armas como técnica de aversión provoca menos muertes, al tiempo que contribuye a reducir la delincuencia y a aumentar la seguridad.

Los argumentos en contra señalan que muchos agentes de policía no evalúan correctamente cuándo es necesario el uso de la fuerza letal y emplean la violencia de forma desproporcionada contra personas vulnerables, como individuos con discapacidades mentales o personas de color.

Para reducir las posibilidades de tragedia derivadas del uso indebido de las armas, es importante que todos los policías reciban una formación adecuada, que incluya una evaluación y revisión continuas. De este modo, las mejores prácticas pueden evaluarse periódicamente y ajustarse en caso necesario para contribuir a garantizar la seguridad de los ciudadanos desarmados y de aquellos a quienes se ha confiado su protección.

El mayor escrutinio en torno al uso adecuado de las armas por parte de los agentes de policía nos lleva inexorablemente por un carril más oscuro hacia la brutalidad física policial. Ya se trate de recibir palizas con los puños, porras o pistolas paralizantes, el maltrato físico por parte de un agente de las fuerzas del orden sigue siendo un tema que merece mucho debate y examen de cara al futuro.

Brutalidad física policial

La brutalidad física policial es una forma de conducta indebida que implica cualquier tipo de violencia física, desde golpes violentos con la porra o técnicas de inmovilización inadecuadas hasta la forma en que los agentes dirigen a los sospechosos detenidos y a las personas esposadas bajo custodia. Estos actos suelen considerarse ilegales en la mayoría de las jurisdicciones, salvo en los casos en que un agente crea razonablemente que su vida (o la de otra persona) está en peligro o que puede sufrir lesiones graves.

El debate en torno a la brutalidad física policial gira en torno a si la fuerza física empleada por un agente es adecuada, sobre todo teniendo en cuenta que los agentes rara vez están dispuestos a testificar sobre su uso, ya que deben asumir la responsabilidad de cualquier acción inadecuada que lleven a cabo. Muchos defienden su uso contra delincuentes, argumentando que es necesario un cierto nivel de fuerza para mantener la seguridad pública y el respeto por las fuerzas del orden. Sin embargo, otros tantos detractores citan incidentes como la muerte de George Floyd como ejemplos de cómo los agentes pueden ir demasiado lejos y de los efectos que ello puede tener en la sociedad.

Independientemente de ello, pocos están en desacuerdo en que cualquier tipo de contacto físico realizado con malicia debe ser castigado en consecuencia. Se han documentado numerosos casos de brutalidad policial basados únicamente en la raza, el sexo, la orientación sexual o el origen socioeconómico del sospechoso, que en última instancia han dado lugar a importantes reformas, como normas de conducta más estrictas establecidas por municipios e institutos.

Corresponde tanto a los órganos de gobierno como a los ciudadanos impulsar nuevas iniciativas, como la formación en tácticas de desescalada y la creación de juntas civiles de revisión para garantizar que los agentes sigan siendo profesionalmente responsables cuando recurren a la acción física. De cara al futuro, descubrir nuevas vías para contener la dinámica física entre policías y delincuentes ayudará a reducir los errores en el ejercicio de la autoridad, ya que incluso un pequeño fallo de juicio puede tener graves repercusiones.

Duras técnicas de confrontación policial con los detenidos

El uso de duras técnicas de confrontación con las personas detenidas es otra forma habitual de brutalidad policial. Estas tácticas implican que la policía utilice amenazas verbales, intimidación y amenazas físicas, como apuntar con armas de fuego. En algunos casos, la policía también puede inmovilizar físicamente a los detenidos sin causa justificada. Puede tratarse de empujones, tirones o esposas demasiado apretadas. Los enfoques abiertamente agresivos en tales situaciones pueden dar lugar a una fuerza e intimidación innecesarias que a menudo se convierten en una agresión física.

Los defensores de las tácticas más duras afirman que son necesarias para detener con éxito a los delincuentes. Creen que la utilización de este tipo de técnica policial proporciona un nivel adecuado de intervención física cuando se trata de sospechosos potencialmente peligrosos. Además, sostienen que estos enfoques están respaldados por la ley y pueden ser beneficiosos tanto para proteger la seguridad pública como para disuadir comportamientos delictivos en el futuro.

Sin embargo, muchos detractores consideran que estas tácticas son formas excesivas e injustificadas de brutalidad policial. Los que se oponen señalan que, cuando se emplean técnicas excesivamente agresivas contra personas desarmadas y obedientes, se atenta contra derechos humanos básicos y libertades civiles garantizados por la Constitución estadounidense. Los estudios han revelado que muchos supuestos casos de brutalidad policial se producen cuando los agentes emplean técnicas excesivamente agresivas contra personas obedientes (es decir, personas que acceden a las peticiones pero no acatan las órdenes sin rechistar) o con capacidades mentales disminuidas. Estos casos se consideran formas inaceptables de mala conducta que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley nunca deberían tolerar.

En conclusión, aunque existe un debate legítimo en torno a la cuestión del uso de tácticas policiales más duras durante las detenciones, la mayoría está de acuerdo en que tales enfoques deben utilizarse con moderación y sólo con aquellos cuyo comportamiento lo justifique. Además, cuando proceda, deben utilizarse siempre dentro de unos límites razonables para garantizar que no se emplee una fuerza o agresión indebidas contra los detenidos.

Respuestas a preguntas comunes

¿Cómo suelen desarrollarse los casos de brutalidad policial?

Los casos de brutalidad policial suelen desarrollarse como una serie de acontecimientos que comienzan con el presunto acto de abuso o fuerza excesiva. A menudo, la víctima denuncia el incidente a la policía, que puede llevar a cabo una investigación interna. Si se encuentran pruebas suficientes y se presentan cargos contra el agente, éste puede enfrentarse a un proceso civil y/o penal, dependiendo de la gravedad de su conducta. Además, el clamor público por los incidentes de brutalidad policial puede dar lugar a protestas ciudadanas y a cambios políticos o legislativos para proteger a las víctimas de ese trato. Las víctimas y sus familias también pueden tener derechos civiles a demandar por daños y perjuicios. Los casos pueden tardar meses o incluso años en resolverse, y la restitución suele correr a cargo de los fiscales o de acciones civiles iniciadas por las familias de las víctimas.

¿Cómo pueden los ciudadanos ayudar a prevenir la brutalidad policial?

Los ciudadanos pueden ayudar a prevenir la brutalidad policial denunciándola cuando se produzca, exigiendo responsabilidades a los agentes cuando sean declarados culpables de mala conducta y animando a los departamentos de policía a aplicar políticas que promuevan interacciones positivas entre los agentes y los miembros de la comunidad. Denunciar cualquier forma de brutalidad policial enviará un mensaje contundente, tanto a los agentes como a los responsables políticos, de que no se tolera este tipo de comportamiento. Responsabilizar a los agentes de policía por mala conducta demuestra a la opinión pública que esos comportamientos no quedarán impunes. 

Además, las comunidades deben animar a las fuerzas del orden locales a adoptar políticas que promuevan un trato respetuoso entre agentes y ciudadanos y una colaboración significativa entre la comunidad y la policía. Estas iniciativas crean un entorno más equitativo en el que todos son tratados con respeto y comprensión, lo que hace mucho menos probable que se produzcan incidentes de brutalidad policial.

¿De qué recursos legales disponen las víctimas de brutalidad policial?

Los recursos legales para las víctimas de brutalidad policial pueden variar en función del tipo de brutalidad y de la jurisdicción. En algunos casos, las víctimas de brutalidad policial pueden demandar al agente o al departamento de policía ante un tribunal civil. Según el caso, también pueden emprender acciones penales contra los agentes implicados o reclamar una indemnización a la ciudad. 

Además, las víctimas de brutalidad policial pueden emprender una acción de derechos civiles en virtud del 42 U.S.C. 1983, una ley federal que permite a las personas demandar a agentes estatales o a personas que actúen al amparo de la ley estatal y que hayan violado sus derechos constitucionales. Las víctimas también pueden disponer de otros recursos legales dependiendo de las circunstancias, como presentar una denuncia ante la sección local de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).

Abogados con experiencia en mala conducta y brutalidad policial en Nueva York

Ross & Hill es un bufete de abogados en la ciudad de Nueva York que se especializa en representar a víctimas de mala conducta y brutalidad policial. Con años de experiencia combinada, nuestros abogados han construido una reputación como defensores de confianza para aquellos que han sufrido a manos de las fuerzas del orden.

Un factor clave que distingue a Ross & Hill es nuestro compromiso de proporcionar una atención personalizada a cada cliente. Entendemos que cada caso es único, y nos tomamos el tiempo para escuchar las historias de nuestros clientes y elaborar estrategias individualizadas para lograr el mejor resultado posible. Otra característica distintiva de Ross & Hill es nuestro amplio conocimiento del sistema legal y de las tácticas utilizadas por las agencias del orden público. 

Conocemos a fondo las complejidades de la legislación en materia de derechos civiles y sabemos cómo navegar por el sistema judicial para que los agentes y departamentos de policía rindan cuentas de sus actos.

El historial de éxitos de Ross & Hill habla por sí solo. Nuestro equipo se ha establecido como un bufete de abogados de confianza en la ciudad de Nueva York para aquellos que han sido víctimas de mala conducta y brutalidad policial. Nuestra experiencia, dedicación y compromiso con la justicia nos convierten en un poderoso aliado para cualquiera que busque responsabilidad y compensación por el daño sufrido. Contáctenos hoy mismo

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